Un barco de pesca varado por el tsunami de 2011 junto a bolsas de plástico negras que contienen tierra, hojas y desechos irradiados recogidos durante las operaciones de descontaminación cerca del reactor paralizado en Fukushima. Fotografía: REUTERS/ Toru Hanai

Prepararse para lo peor

Los desastres tecnológicos plantean grandes problemas a los grupos de intervención rápida. Cinco años después del accidente nuclear de Fukushima, la Cruz Roja Japonesa orienta al Movimiento en los intentos de prepararse para afrontar los peligros que causan los desastres provocados por las actividades humanas.

Masayuki Kanno un día se preguntó qué pasaría si se produjera una explosión en una de las centrales nucleares de la prefectura de Fukushima donde vive. Como miembro del equipo de socorro médico del hospital de la Cruz Roja en Fukushima, preguntó a uno de sus superiores qué harían los equipos en caso de un desastre de esa envergadura.

“Si hay una fuga radioactiva, no hay nada que hacer”, recuerda que le contestó su superior. “No podemos hacer nada. Pero nunca ocurrirá un accidente en una central nuclear.”

Esa complacencia era la actitud que prevalecía respecto a la energía nuclear en muchos países, incluso en Japón, antes de que acaeciera la catástrofe hace cinco años, el 11 de marzo de 2011, cuando un terremoto de magnitud 9,0 desencadenó una serie de olas gigantes que arrasaron la costa pacífica nororiental de Japón, matando a miles de personas y paralizando la central nuclear Fukushima 1.

Antes de marzo de 2011, las centrales nucleares suministraban un 30 por ciento de la electricidad de Japón y, según Masahito Yamazaki, director general del centro de recursos para desastres nucleares de la Cruz Roja Japonesa, el país tenía una fe ciega en la industria. “Solo concebíamos un accidente nuclear como una posibilidad remota. No podíamos imaginarlo como una probabilidad.”

Al igual que muchas entidades de Japón, la Cruz Roja Japonesa no estaba preparada para lo que ocurrió después del 11 de marzo. Shoichi Kishinami, director de actividades operacionales en la sección de Fukushima de la Cruz Roja Japonesa, se dio cuenta de esto al día siguiente, cuando empezó a recibir llamadas de los equipos de socorro que trabajaban en los centros de evacuación en Minami Soma, a unos 30 km al norte de la central nuclear.

“Sentí mucha presión y preocupación por no saber lo suficiente sobre la radiación y la exposición a esta”, dice Kishinami, de 56 años, que ha trabajado para la Cruz Roja de Japón durante 38 años. “No habíamos tenido ninguna formación sobre qué hacer en caso de accidente nuclear y fue aterrador enfrentarse a ese tipo de amenaza invisible.”

“Con una mezcla de culpa y sensación de miedo a la radiación, nos obligamos a llegar `{`más lejos`}` a Kawamata. Se me partía el corazón de pena.”

Ayumi Watanabe, enfermera y miembro de un equipo de socorro del hospital de la Cruz Roja en Fukishima

Finalmente ordenó a los equipos que se retiraran temporalmente de la zona. Ayumi Watanabe era miembro de un equipo de socorro del hospital de la Cruz Roja en Fukushima. “Con una mezcla de culpa y sensación de miedo a la radiación, nos obligamos a llegar [más lejos] a Kawamata,” recordó la enfermera posteriormente. “Se me partía el corazón de pena.”

“Fue la imposibilidad de quedarnos a atender a las comunidades lo que movió a la Cruz Roja Japonesa a establecer sus directrices sobre los desastres nucleares,” dice Yamazawa, de 61 años, que se unió a la Sociedad Nacional en 2011 después de cursar una carrera en las fuerzas de protección civil de Japón.

Nick Jones

Periodista independiente radicado en Tokio.

El 13 de marzo, un día después de que se produjera una explosión de hidrógeno en uno de los edificios que albergaban los reactores, los equipos de socorro de la Cruz Roja que habían viajado a Fukushima desde todo Japón decidieron trasladarse a las zonas fuera de la prefectura. Sin la formación ni los trajes de protección adecuados para trabajar en un entorno radiactivo, los equipos se sentían incómodos. “Les estaba agradecido a todos los equipos”, asegura Kishinami. “No querían irse, pero no podían trabajar en esas circunstancias.”

Dos años más tarde, la Cruz Roja Japonesa disponía de las herramientas necesarias para asegurarse de que a sus equipos de socorro, compuestos por médicos, radiólogos y personal enfermero y administrativo, nunca más les volviera a pasar lo mismo. La Sociedad Nacional publicó un manual sobre desastres nucleares y proporcionó a sus 498 equipos de socorro de las 47 secciones nacionales los trajes de protección necesarios e instrumentos para medir la radiación. Ese mismo año se creó el centro de recursos para desastres nucleares con sede en Tokio.

Bajo la dirección de Yamazawa, este centro elaboró una serie de directrices relativas a la preparación y respuesta ante emergencias nucleares, que se dieron a conocer a todos los voluntarios y al personal de la Cruz Roja Japonesa. También se creó un archivo de datos en línea, en japonés e inglés, y se puso en marcha un programa de intervención en caso de desastres nucleares para capacitar a sus equipos de socorro en los fundamentos de la radiación, la contaminación, la seguridad y el uso de equipo de protección. Hasta la fecha, han recibido la formación unos 400 equipos de primera y segunda intervención.

“Si tenemos conocimientos básicos acerca de la radiación y sabemos utilizar el equipo de protección podemos enfrentar el próximo desastre con más confianza”, dice Yamazawa.

Repercusiones internacionales

El desastre de Fukushima también llevó a la Federación Internacional a adoptar en su Asamblea General de 2011 una resolución a fin de prepararse mejor para las emergencias químicas, biológicas, radiológicas y nucleares. Estos desastres plantean problemas y riesgos particulares a los equipos de primera intervención, puesto que la preparación para enfrentarlos requiere tiempo y recursos debido al conocimiento especializado necesario para una intervención eficaz y segura.

Esta inversión es esencial, recalcó Simon Eccleshall, jefe de gestión de desastres y crisis de la Federación Internacional. Asimismo declaró que con el envejecimiento de la infraestructura en muchas partes del mundo, se espera que los riesgos tecnológicos sigan aumentando y que la urbanización y la industrialización agraven la vulnerabilidad a este tipo de desastres, mientras que los sucesos relacionados con el clima pueden traer más amenazas para la infraestructura tecnológica.

“No habíamos tenido ninguna formación sobre qué hacer en caso de accidente nuclear y fue aterrador enfrentarse a ese tipo de amenaza invisible.”

Shoichi Kishinami, director de actividades operacionales en la sección de Fukushima de la Cruz Roja Japonesa

En algunos casos, prepararse para este tipo de desastres no significa que sea necesario crear nuevos equipos de especialistas o sistemas de intervención. Martin Krottmayer, jefe del programa de preparación para emergencias químicas, biológicas, radiológicas y nucleares de la Federación Internacional, precisa que la preparación para enfrentar peligros radiológicos y nucleares debe complementar los servicios ya existentes de una Sociedad Nacional.

“Por ejemplo, una Sociedad Nacional que dispone de servicios de ambulancia debe saber cómo atender a pacientes contaminados. Las Sociedades Nacionales deben determinar de antemano qué expertos del país   se necesitarían para el apoyo especializado y la participación activa en la red de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja dedicada a las emergencias químicas, biológicas, radiológicas y nucleares” (véase página 20).

Pero, ¿cuánto tendrían que invertir los gobiernos y las Sociedades Nacionales en capacitación y equipo, especialmente cuando disponen de pocos recursos y, en algunos casos, se ocupan de otras cuestiones humanitarias complejas? La pregunta no es fácil de contestar sobre todo porque los desastres tecnológicos suelen ser menos frecuentes.

“Es poco probable que ocurra este tipo de desastres, pero de ocurrir, los efectos serán enormes”, explica René Nijenhuis, jefe de una Dependencia Conjunta del  Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente/Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios, que se ocupa de los desastres tecnológicos.

En la ciudad de Nihonmatsu, prefectura de Fukishima, se examina a un voluntario de la Cruz Roja Japonesa para saber si está irradiado, tras el terremoto y el tsunami de 2011, que causó enormes fugas radiactivas en la central nuclear de Fukushima Daiichi. Fotografía: Cruz Roja Japonesa

Nijenhuis dice que la coordinación, la preparación y la asociación son fundamentales en caso de desastre tecnológico. En muchos países industrializados, dice, hay en la actualidad muchos grupos de intervención especializados —desde bomberos hasta unidades químicas y de peligros biológicos— que desempeñan un papel en la intervención inmediata. Dado que las consecuencias humanitarias pueden ser graves, las organizaciones que proporcionan alojamiento, alimentos y asistencia médica deben estar plenamente integradas en cualquier situación de gestión de desastres.

La Cruz Roja Japonesa ya desempeñó un papel único en la intervención del país ante los desastres radiológicos debido a su historia después de la Segunda Guerra Mundial. Desde la crisis de Fukushima, el centro de recursos ha establecido un equipo de asesores especialistas, procedentes de los hospitales de la Cruz Roja Japonesa, entre ellos los de Hiroshima y Nagasaki, instalados para ayudar a las personas que padecen los efectos de largo plazo de la radiación de las bombas atómicas lanzadas en 1945 en ambas ciudades. En el caso de un accidente nuclear, estos expertos serían enviados a la sede nacional de la Cruz Roja y a la zona afectada.

En septiembre pasado, la Sociedad Nacional puso en marcha la siguiente fase de su preparación, con un ejercicio de dos días en Fukushima. Unos 200 voluntarios y 200 miembros del personal de todo el norte de Japón simularon un desastre natural el primer día y un desastre nuclear el segundo.

Si bien Kishinami dice que los equipos de socorro de Fukushima se sienten ahora mucho mejor preparados para prestar ayuda en el futuro en cualquier zona de desastre nuclear, piensa que cada equipo debe ser guiado por un especialista experimentado en desastres nucleares.

Cinco años después de una de las mayores catástrofes de Japón —una combinación de catástrofe natural y de desastre provocado por el hombre— la Sociedad Nacional se encuentra en mejores condiciones para reaccionar. “Si estuviésemos hoy en una situación como la del 11 de marzo, estoy seguro de que podríamos manejarla”, asegura Kishinami.

Cinco años después del accidente nuclear de Fukushima, la Cruz Roja Japonesa ofrece actividades destinadas a restituir un sentido de comunidad y normalidad a las personas desplazadas por el desastre. Aquí, una residente de Minamiyanome, un complejo de viviendas temporales hace un arreglo floral para un evento social organizado por la sección de Fukushima de la Cruz Roja Japonesa. Fotografía: Hler Gudjonsson/Federación Internacional

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