¿Nunca es nunca?

¿Alguna vez podremos decir “nunca más” a la sequía, la hambruna y la violencia en el África subsahariana?

EN LOS ÚLTIMOS DIEZ AÑOS, numerosos acuerdos internacionales sobre la reducción del riesgo de desastres, el cambio climático, el desarrollo sostenible y las intervenciones humanitarias han intentado cambiar el modelo de ayuda. Uno de los objetivos principales consiste en prevenir o, al menos, preparar mejor a las comunidades para crisis como las que suelen azotar gran parte del África subsahariana y, al mismo tiempo, agilizar las intervenciones humanitarias, fortalecerlas y mejorar su eficacia. Frente a la hambruna, las enfermedades y los conflictos que, una vez más, vuelven a cernirse sobre el continente africano ante los ojos del mundo, muchos están estudiando la forma de llevar a la práctica los loables objetivos plasmados en los acuerdos internacionales. A continuación se exponen algunas de las ideas que se están planteando y ensayando en el sector humanitario.

Financiación flexible y proyectiva
En Etiopía y Somalia, la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas administra los fondos asignados por los donantes sin fines específicos, que se ingresan en un fondo común. El dinero se asocia a una estrategia de intervención humanitaria convenida previamente por diversos organismos, lo que permite desembolsar los fondos con mayor celeridad para uso y provecho de los agentes locales.

Se trata de un ejemplo de lo que ha venido en denominarse “financiación flexible”, ya que no está vinculada a ningún proyecto o programa preestablecido y ofrece a los grupos que prestan asistencia humanitaria una mayor flexibilidad a la hora de atender las necesidades sobre el terreno.

Uno de los inconvenientes de este planteamiento radica en estimar la financiación que se debería proporcionar y el momento más adecuado, especialmente si el objetivo es prevenir o prepararse para eventuales emergencias. Una solución sería lo que se conoce como financiación proyectiva, que consiste en destinar fondos por adelantado basándose en pronósticos meteorológicos.

La Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja (la Federación Internacional) y la Cruz Roja Alemana están ensayando este sistema en cinco países, en los que han desembolsado fondos por adelantado en previsión de fenómenos climatológicos, con el fin de reducir riesgos, mejorar la preparación y la intervención y gestionar mejor el riesgo de desastres.

En Uganda, la financiación proyectiva se puso en marcha en 2014 con un programa de financiación flexible emprendido por el gobierno alemán. Cuando las previsiones anunciaban un aumento del nivel del agua por encima de un umbral específico en la parte oriental del país, los voluntarios de la Cruz Roja de Uganda distribuían pastillas potabilizadoras, bidones, sacos y jabón a cientos de familias en riesgo.

Las imágenes del satélite demostraron posteriormente que las previsiones habían sido acertadas y que, efectivamente, se produjeron inundaciones aproximadamente una semana después de que los voluntarios llevaran a cabo las actividades de preparación. Aunque la Sociedad Nacional realizó un llamamiento de emergencia solicitando fondos dentro del país, no tuvo que solicitar ayuda internacional a mayores.

By Kathy Mueller

Kathy Mueller is a humanitarian, writer and communicator based in Canada.

Inversión en época de abundancia y paz
Cuando las emergencias amainan y la atención internacional se va disipando, los gobiernos, las organizaciones humanitarias, los agentes que promueven el desarrollo y los donantes deben aprovechar la relativa paz y prosperidad para invertir más recursos en las labores de prevención y preparación para épocas de conflicto y escasez.

La inversión en sistemas de abastecimiento de agua comunitarios, sistemas de alerta temprana y sistemas de transporte y producción agrícola que consuman poca agua es esencial para permitir a los productores el acceso a los mercados y evitar así que repitan las catástrofes que marcaron el 2017, declaró Farid Aiywar, jefe de las actividades de prevención, intervención y recuperación a raíz de desastres y crisis de la Federación Internacional en África. “Esto significa mejorar la gestión de los recursos hídricos en época de precipitaciones abundantes, con el fin de almacenarlos y posteriormente utilizarlos en periodos de sequía”.

Una transición eficaz
Cuando la situación en el terreno permite a los agentes internacionales reducir sus operaciones de socorro de emergencia, se ha puesto de manifiesto la importancia de lograr una transición eficaz de las soluciones internacionales a las soluciones locales.

Ello significa que los agentes humanitarios deben atender las necesidades más perentorias, pero también “pasar el testigo a los asociados en materia de desarrollo con el fin de garantizar la continuidad de las operaciones y el fortalecimiento de la capacidad de resiliencia de la población en el contexto de los programas a largo plazo”, señala Luluwa Ali, analista de asuntos humanitarios de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas para África oriental y meridional.

El problema radica en que muchos de los grandes organismos internacionales carecen de una red arraigada y con presencia permanente en el plano local. “No existe la infraestructura necesaria para realizar el seguimiento, supervisar o reajustar el sistema”, afirma Tim Wright, director general de Sauti Moja, una pequeña organización no gubernamental que pone en contacto a los donantes con iniciativas comunitarias de pueblos indígenas como los Masai en Kenia y Tanzania.

“Las grandes organizaciones pueden asumir la labor de emergencia inicial, pero deben asegurarse de que cuentan con pequeños asociados locales que estén en condiciones de asumir las labores de seguimiento y supervisión”, explica. Este argumento no viene sino a reforzar la tesis planteada por las Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, que sostienen que sus redes de voluntarios arraigadas en la comunidad se hallan en una posición privilegiada para llevar a cabo ese tipo de seguimiento, así como las actividades de preparación, intervención y recuperación a raíz de una emergencia, y fortalecimiento de la capacidad de resiliencia en el plano local.

Inversión más cerca de casa
Durante años, el debate para mejorar la vida de las personas más vulnerables en África ha incidido en la importancia de que África escriba su propia historia y promueva la inversión y el fortalecimiento de la capacidad de resiliencia desde dentro. Con este espíritu, las Sociedades Nacionales se han comprometido a diversificar su base local y regional de donantes y llamar con más insistencia a la puerta del sector privado local, entre otras cosas.

Fruto de ello es la Plataforma humanitaria de asociados del sector privado para África Oriental, establecida hace poco más de dieciocho meses y que cuenta con más de ciento sesenta (160) miembros del sector privado, empresas locales y multinacionales, círculos académicos, la Organización de las Naciones Unidas, organizaciones no gubernamentales, agentes locales y gobiernos.

La coordinación de un grupo de tal envergadura supone una tarea ingente, especialmente cuando muchas de las principales partes interesadas, en particular los gobiernos nacionales, se encuentran a su vez, en mayor o menor grado, en situación de crisis.

Con todo, cabe destacar los esfuerzos que están realizando numerosos gobiernos. Si bien algunos no han sabido reconocer a tiempo que la magnitud de la catástrofe sobrepasaba su capacidad, lo cierto es que también se han realizado cuantiosas inversiones, como es el caso de Etiopía, donde el gobierno ha destinado más de setecientos treinta (730) millones de dólares estadounidenses para atender las necesidades humanitarias más acuciantes.

Entretanto, cada vez son más las Sociedades Nacionales que están hallando nuevas fórmulas para brindar ayuda a su población. Tras el éxito de la iniciativa de recaudación de fondos “Los keniatas por Kenia”, emprendida por la Cruz Roja de Kenia a raíz de la sequía que azotó el país en 2011 y con la que se recaudaron más de diez (10) millones de dólares estadounidenses gracias a pequeñas donaciones realizadas a través del teléfono móvil, las Sociedades Nacionales de Namibia y, más recientemente, Etiopía han impulsado iniciativas similares.

Inversión en la paz
Ninguna de estas iniciativas arrojará frutos si las comunidades se ven amenazadas constantemente. Por consiguiente, muchos coinciden en que las actividades de consolidación de la paz deberían formar parte de los programas humanitarios y de desarrollo. Por ejemplo, la Cruz Roja de Sudán del Sur ha concebido el proyecto “Convivencia Pacífica”, con el que esperan favorecer la comunicación, el entendimiento e incluso la paz entre las distintas facciones.

Para que este modesto proyecto consiga una repercusión significativa y duradera, sería preciso impulsarlo a gran escala con el fin de que cobre arraigo y contribuya a prevenir ciclos futuros de conflicto y vulnerabilidad. Aún en el caso de que la paz se restableciese mañana mismo en Sudán del Sur o en otros países en conflicto, la situación humanitaria no se solventaría automáticamente, sino que seguiría existiendo una necesidad ingente de ayuda internacional para ofrecer a las personas afectadas por las actuales crisis la oportunidad de recuperar y reconstruir sus vidas.

Fotografía: Alex Wynter/Cruz Roja de Kenia

Dos ejemplos de fortalecimiento de la capacidad de resiliencia antes y durante una crisis: con la ayuda de la Cruz Roja de Kenia, Sociedades Nacionales hermanas y donantes internacionales, John Paul Kuzungu instaló un nuevo sistema de irrigación para su huerto, que vuelve a generar ingresos y a alimentar a las familias de la zona. La sequía había convertido varios embalses cercanos en un paisaje lunar. En otra parte de Kenia también castigada por la sequía, Joyce Eldoret se prepara para gastar parte del subsidio que recibió dentro del programa de transferencia de efectivo puesto en marcha en colaboración con una empresa nacional de telefonía móvil.

Fotografía: Pierre Grandidier

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