La central nuclear de Chernóbil, cerca de la ciudad hoy abandonada de Pripyat (Ucrania). Fotografía: Luke Tchalenko/Federación Internacional

Peligros extraordinarios

Los accidentes nucleares y los desastres de índole tecnológica son poco frecuentes. Sin embargo, 30 años después de Chernóbil, la catástrofe nos recuerda la imperiosa necesidad de prepararnos.

Pocas personas conocen tan bien los efectos que provoca a largo plazo un desastre nuclear de gran envergadura como los voluntarios y el personal de la Cruz Roja de Belarús. Tres décadas después del accidente nuclear de Chernóbil, ocurrido en 1986, la Sociedad Nacional sigue ayudando a las personas a lidiar con las enfermedades mortales causadas por la exposición a niveles excesivos de radiación.

“Más de 2 millones de personas —una quinta parte de nuestra población— se vieron afectadas”, precisa Viktor Kabanov, secretario general de la Cruz Roja de Belarús. “Más de 135.000 residentes de las zonas contaminadas, que constituyen el 23% de la superficie del país, fueron reasentados.”

Belarús, la Federación de Rusia y Ucrania fueron los países más afectados. Y, al igual que las otras dos Sociedades Nacionales, la Cruz Roja de Belarús proporcionó alimentos, ropa, atención médica y otros socorros esenciales a los que habían perdido todo: su hogar, su empleo y también, en muchos casos, su salud. En los años posteriores al accidente, por ejemplo, la incidencia del cáncer de tiroides aumentó de manera espectacular.

El trabajo prosigue hasta nuestros días. Los dispensarios móviles de la Cruz Roja de Belarús viajan a zonas remotas para prestar asistencia de salud a los residentes y examinarlos para detectar el cáncer de tiroides. Gracias a la detección precoz y al tratamiento médico especializado, las tasas de supervivencia han aumentado significativamente, explica Kolobanov.

Estos esfuerzos a largo plazo en Belarús y programas similares realizados en Rusia y Ucrania se enmarcaron en una respuesta más amplia conocida con el nombre de “ Programa de Asistencia Humanitaria y Rehabilitación de Chernóbil”, respaldado por la Federación Internacional y varias Sociedades Nacionales durante más de dos décadas. El programa consistió, entre otras cosas, en prestar socorro inmediato en los centros de evacuación, detectar los niveles de radiación en las personas y los alimentos y brindar asistencia de salud, atención psicosocial y ayuda financiera. En total, permitió ayudar a más de 4,2 millones de personas.

Prepararse en caso de futuras catástrofes

El programa antes mencionado llegó a su fin en vista de que las necesidades son menos agudas y los servicios locales abarcan más prestaciones, aunque las Sociedades Nacionales de los países afectados continúan su labor. Para la Federación Internacional y muchas Sociedades Nacionales, lo fundamental ahora es prepararse para futuros desastres.

La crisis de Fukushima en Japón, ocurrida en 2011, que siguió a un período de muchas otras catástrofes tecnológicas (derrames de petróleo, fugas de gas, accidentes industriales, etc.) destacó la urgente necesidad de la labor de preparación en el Movimiento.

Uno de los resultados fue el programa de preparación en caso de emergencia nuclear y radiológica de la Federación Internacional, cuyo objetivo es apoyar los esfuerzos de las Sociedades Nacionales en todas las fases desde la preparación hasta la intervención y recuperación en casos de desastre químico, radiológico, biológico y nuclear. En 2015, el programa publicó un amplio documento de 110 páginas, que ofrece orientación a las Sociedades Nacionales y las comunidades con objeto de estar mejor preparadas para una emergencia nuclear o radiológica.

La Federación Internacional colabora más estrechamente con el Organismo Internacional de Energía Atómica para recibir alertas tempranas de emergencias nucleares. También ha contribuido a establecer un grupo de expertos que, entre otros aportes, ayuda a las Sociedades Nacionales a adaptar la capacidad de intervención existente a fin de satisfacer las necesidades de una emergencia nuclear.

Esta preparación debe ser una prioridad para todas las Sociedades Nacionales, dice Kolobanov, ya que las consecuencias de los accidentes nucleares no hacen distinción de fronteras . “Es importante recordar que nuestra tragedia no es solo nuestra. Juntos podemos resolver nuestros problemas”, aseguró.

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