AL SALIR DEL COCHE al calor intenso de una mañana de verano uzbeca Tadateru Konoé inclina la cabeza y lleva su mano derecha al corazón en señal de saludo tradicional a un grupo de voluntarios y empleados de la Media Luna Roja de Uzbekistán que le sonríen.
Dos mujeres con gorros bordados (tyubeteykas) sirven bandejas de pan típico y frutos secos, ofrendas tradicionales de bienvenida en Asia Central.
En su calidad de presidente de la Federación Internacional, Konoé se encuentra en la histórica ciudad de Samarcanda, al suroeste de Tashkent, la capital de Uzbekistán, para reunirse con los miembros de la sección local, que minutos más tarde tienen la oportunidad de hacerle una serie de preguntas, desde el futuro del servicio voluntario a la formación en primeros auxilios y la preparación para desastres. Un joven voluntario le pregunta sobre el futuro papel de los jóvenes en el Movimiento.
Konoé responde sin rodeos. Tras criticar el enfoque “pasado de moda” de algunas Sociedades Nacionales en sus relaciones con los jóvenes, dice que todos los miembros de la Federación Internacional tienen que hacer más para empoderar a los jóvenes y permitirles que asuman funciones en el proceso de toma de decisiones.
Reconociendo los siglos de historia que tiene la ciudad como centro comercial y crisol cultural a lo largo de la famosa ruta de la seda, Konoé alentó a los voluntarios de Samarcanda a seguir dando el ejemplo.
“A pesar de que el mundo está tan dividido, nuestras 190 Sociedades Nacionales comparten los mismos siete principios básicos”, asegura. “Espero que ustedes puedan seguir fortaleciendo la comprensión de estos principios y promoviendo con el ejemplo una cultura de tolerancia y no violencia al mismo tiempo que van forjando la resiliencia”.
Parte de algo más grande
Antes de tomar el tren de alta velocidad de regreso a Tashkent, el presidente de la Federación Internacional se dirigió a un grupo de jóvenes y quedó encantado con su franqueza. “Me gusta mucho conocer a los voluntarios y trabajar con ellos. Realmente me siento parte de este Movimiento en momentos como estos”, dice. “Por lo tanto, si mis visitas pueden servir de estímulo y reconocimiento de los servicios que ellos prestan, creo que vale la pena hacerlas”.
Como jefe de una asamblea de 190 Sociedades Nacionales, entre ellas la suya, la Cruz Roja Japonesa, Tadateru Konoé es en gran medida el rostro público de la Federación Internacional y su principal diplomático humanitario. El viaje a Uzbekistán es de gran trascendencia porque es la primera visita que hace a este país un presidente de la Federación Internacional. Desde que fue elegido presidente en 2009 en la Asamblea General, que se celebra cada dos años, ha hecho 73 giras a unos 100 países, sumando así casi 600 días de viaje.
Durante las visitas, Konoé suele reunirse con los líderes y altos cargos de la nación de que se trata. “Algunas Sociedades Nacionales no son de hacerse notar y a veces tienen pocas oportunidades de conocer a los dirigentes de su país”, dice Konoé, un día después de conversar con miembros del gobierno uzbeko. “Mi presencia puede brindarles la oportunidad de expresarse”.
Desgraciadamente, asegura Konoé, las conversaciones de alto nivel a veces no bastan. “A menudo se necesita un desastre para que el gobierno preste atención. Un desastre de gran magnitud ofrece a la Sociedad Nacional la oportunidad de mostrar al gobierno lo que hace y la pertinencia de su labor. No es lo ideal, pero es la realidad”, observa.
Gracias a los viajes que realiza, el presidente de la organización tiene la oportunidad de honrar la acción de tantos voluntarios y empleados desconocidos y reforzar su mensaje de solidaridad. La fuerza principal de la Federación Internacional, afirma, es la gente común que trabaja para ella.
“Si podemos unirnos más por la causa común, tal vez podamos presentar una organización más fuerte al mundo exterior”, sostiene Konoé, sentado a bordo del tren con destino a Tashkent. “Uniendo nuestra capacidad de realizar acciones humanitarias, podemos hacer mucho más. Por lo tanto, tenemos que mejorar la capacidad de cada Sociedad Nacional, si no, como Movimiento, no tenemos ninguna influencia ni podemos vencer las dificultades”.
Estos viajes son también una ocasión para mantener el vínculo con las bases de la organización, acota Konoé. “Es imprescindible ver con los propios ojos y escuchar con los propios oídos para evaluar la realidad en el terreno. La empatía es también un elemento importante. Como política básica, cada vez que ocurre un desastre de gran escala, trato de hacer una visita”.