Transformar vidas entre rejas
En centros penitenciarios de la ciudad de México, personas voluntarias de Cruz Roja no sólo salvan vidas, sino que dejan un efecto dominó de compasión hacia los demás.
Devueltos a Guatemala tras ser detenidos por la policía en México, los migrantes guatemaltecos llegan a la frontera apenas con lo puesto. La Cruz Roja Guatemalteca hace todo lo posible por que su regreso a casa sea menos doloroso.
UN AUTOBÚS SE DETIENE frente al puesto de inmigración de El Carmen, una pequeña y soñolienta
localidad ubicada en la frontera entre Guatemala y México. A juzgar por el tipo de camisetas que llevan sus ocupantes, con logos del Real Madrid y del Barcelona, podría pensarse que son hinchas de un equipo de fútbol que van a ver un partido.
Nada más lejos de la verdad. La expresión de sus rostros es de cansancio, fracaso y decepción.
El autobús ha sido contratado por la policía mexicana para devolver a los migrantes guatemaltecos a su país. Hoy, el autobús transporta a unas 40 personas a El Carmen, donde la Cruz Roja Guatemalteca ha instalado un dispositivo para recibir y atender a los migrantes y donde Erik Adalberto García, trabajador de la Cruz Roja Guatemalteca, los recibe y los informa de los servicios que se prestan.
“En el centro de atención los migrantes pueden comer y beber, descansar un poco, conseguir información sobre cómo regresar a casa, hacer una llamada gratis a sus familias y recibir atención psicológica”, les explica García, de pie en el pasillo del autobús, mientras les reparte folletos informativos.
“Algunos ni siquiera saben dónde están”, dice después García, “y tenemos que mostrarles dónde se encuentran, dónde está El Carmen y cómo pueden regresar a sus casas”.
Entre 30 y 40 guatemaltecos llegan aquí cada día, la mayoría son hombres adultos, entre 18 y 40 años, aunque con frecuencia hay también mujeres y niños.
Mientras todo lo que sucede en la frontera entre Estados Unidos y México capta con frecuencia una gran atención mediática y política, muy poco se escucha o se conoce de la terrible situación que viven las personas en lugares como El Carmen, a unos mil kilómetros al sur.
“Llevaba viajando cuatro días cuando fui detenido por la policía mexicana en Tabasco”, cuenta Wilmer, un electricista de 30 años que una vez logró llegar a Estados Unidos.
En el puesto de la Cruz Roja Guatemalteca en la frontera de El Carmen, Wilmer recibió agua, comida e información sobre la ruta para llegar a casa sano y salvo. También se le facilitó un teléfono para llamar a su casa.
“Pude hablar con mi madre. Se emocionó mucho porque había estado muy preocupada por mí todos estos días. Lloraba, y le dije que estaría pronto en casa, hoy o mañana a más tardar.”
El relato de Wilmer es uno de los muchos que pueden oírse a diario en el puesto de migrantes de la Cruz Roja Guatemalteca, explica la psicóloga del centro, Carlily Aguilar. “Cuando son detenidos por la policía mexicana, tienen que permanecer varios días en la cárcel hasta que son trasladados aquí. El Carmen es el principal punto de llegada para los migrantes repatriados”, explica Aguilar. Según la psicóloga, los problemas más comunes entre los migrantes son los efectos psicológicos de la dura experiencia vivida y la malnutrición.
A veces también son víctimas de agresiones físicas y hasta sexuales. En estos casos, los migrantes con frecuencia tienen miedo o vergüenza de hablar de lo sucedido, sobre todo los hombres, y por eso es tan importante la atención psicológica que dispensa Carlily.
Los servicios ofrecidos en El Carmen son tan solo un aspecto del proyecto sobre migración que la Cruz Roja Guatemalteca realiza desde 2012 en cuatro distritos del departamento de San Marcos, en la frontera con el estado mexicano de Chiapas.
El proyecto también comprende servicios de higiene (como duchas), atención médica en los dispensarios de los lugares por donde suelen pasar los migrantes, servicios de ambulancia llegado el caso, apoyo psicosocial y otros programas destinados a ayudar al migrante que regresa a pie a su ciudad de origen.
Periodista independiente radicado en Bruselas (Bélgica)
“Pude hablar con mi madre. Se emocionó mucho porque había estado muy preocupada por mí todos estos días. Lloraba, y le dije que estaría pronto en casa, hoy o mañana a más tardar.”
Wilmer, electricista de 30 años, fue repatriado a Guatemala desde México tras intentar entrar a Estados Unidos
Cuando los migrantes son devueltos a su país, a menudo han perdido también mucho dinero. “No solo es un viaje muy peligroso, sino también muy caro y con mucha frecuencia los estafan”, explica Héctor López, coordinador del Programa de Migración de la Cruz Roja Guatemalteca.
“Si los migrantes van por su cuenta, tienen que pagar los billetes de autobús y de tren antes de llegar a la capital y de ahí dirigirse a la frontera con Estados Unidos”, asegura López. “Si van con el coyote, tienen que pagarle a él varios cientos de dólares. Incluso, se dice que hay coyotes que por 5.000 dólares, te aseguran llegar a Estados Unidos. De ahí que la migración se haya convertido en un negocio sumamente lucrativo”, argumenta López.
Por otro lado, están las bandas criminales que persiguen a los migrantes para robarles e incluso secuestrarlos y luego pedir un rescate por ellos a sus familias que difícilmente pueden pagar, apunta García.
Aguilar dice que una migrante guatemalteca le contó una vez cómo una de estas bandas había tirado a una migrante hondureña a las vías del tren mientras éste estaba en marcha por haberse negado a pagar un precio muy elevado por seguir el viaje. La migrante murió brutalmente, atropellada por los vagones. “Estaba horrorizada cuando me contó esta historia”, recuerda Aguilar. “Me aseguró que después de haber presenciado esa escena, jamás intentaría llegar a Estados Unidos”.
Aguilar es también la psicóloga de la Casa del Migrante, el centro de atención a los migrantes en el municipio de Ayutla, en Tecún Umán, unos 30 kilómetros al sur de El Carmen. La Casa del Migrante pertenece a la Pastoral de Movilidad Humana de la Iglesia Católica, que trabaja en coordinación con el Programa de Migración de la Cruz Roja Guatemalteca.
Ayutla, separada de México por el río Suchiate, es una localidad donde hay un ir y venir constante de comerciantes de todo tipo de productos y en menor medida de migrantes, que cruzan a México en embarcaciones hechas con neumáticos de camión y madera. Sus propietarios cobran a los migrantes unos 10 quetzales (un dólar y medio) por llevarlos hasta el otro lado.
A 300 metros del río se encuentra la Casa del Migrante, que abrió en 2011. Al igual que en El Carmen, la mayoría de las personas que llegan están regresando a Guatemala. “En ella el migrante puede permanecer hasta tres días para recuperarse antes de regresar a su hogar”, explica Aguilar. En muchos casos, reciben también atención médica en el dispensario de la Cruz Roja Guatemalteca en Ayutla, que abrió sus puertas a finales de 2012.
Para muchos migrantes que llegan a los centros de Ayutla y El Carmen, estos gestos los ayudan a aliviar su desesperación. Auri, de 22 años, bebe un poco de agua en el centro de El Carmen. Fue detenida mientras viajaba con su hermano a Cancún, donde tienen unos primos que emigraron hace unos años y les ha ido bien. “No lo logramos y hemos perdido todo, los 1.200 pesos [unos 200 dólares] que nos costó a cada uno el viaje hasta Cancún”, dice suspirando.
Con enormes incendios forestales ardiendo en muchas partes del mundo, las pantallas de TV, las computadoras portátiles y los teléfonos han estado brillando en rojo con imágenes de las líneas de fuego. Pero, ¿qué pasa después de que las llamas se apagan?