Los violentos enfrentamientos que tuvieron lugar en varias ocasiones a lo largo de calle Siria obligaron a este herrero a pasar muchas noches en su tienda porque era demasiado peligroso salir afuera. Photo: Keenan Newman/CICR

La vida en calle Siria

El conflicto de carácter principalmente urbano que se desarrolla en Siria ha tenido también hondas repercusiones en los países vecinos. Más de un millón de sirios han encontrado refugio en Líbano que se enfrenta ya a complejas divisiones confesionales. Así pues, la lucha en Siria ha agravado las tensiones imperantes en una calle de Trípoli: la calle Siria.

En Líbano coexisten 18 religiones diferentes unidas por una frágil armonía, por lo que muchos afirman que es el país más multiconfesional de Oriente Próximo. Trípoli, la segunda ciudad de este país, se caracteriza por una gran diversidad de religiones y durante mucho tiempo ha sido el teatro de repetidos estallidos de violencia armada entre los barrios marginales de Bab el-Tebbaneh y Jabal Mohsen.

Aunque los barrios ahora están tranquilos, en los últimos diez años hubo al menos 20 brotes de violencia entre los habitantes sunitas de Bab el-Tebbaneh y los habitantes alauitas de Jabal Mohsen, que dejaron un saldo de más de 200 muertos.

La guerra civil que hace estragos en Siria, a pocos kilómetros de distancia, es la causante de la división entre las dos comunidades: una que apoya al gobierno sirio y la otra que se opone a él.

Ahmad Ibrahim Ali

Habitante del barrio Jabal Mohsen

Soy sirio pero nací aquí en Jabal Mohsen y mi esposa es de el-Tebbaneh. Antes de que comenzaran los enfrentamientos, vivía prácticamente en Tebbaneh, que consideraba mi hogar. Pero después de los enfrentamientos no me animo a estar allí. Solía vender café cerca de la mezquita de Tebbaneh, cuando a la gente no le importaba mi procedencia. Hoy tengo que vender mercancías de este lado de la calle.

Antes de que estallara todo esto, inventé un proverbio: “Las semillas se plantan allí, los frutos maduran aquí”, lo que significa que el conflicto estalló en Siria, pero las consecuencias se sienten aquí en Líbano. Y el proverbio se cumplió. Solo deseo que nos liberemos del pensamiento sectario y estemos todos unidos.

Rami

Habitante del barrio Bab el-Tebbaneh

La calle Siria representa muchas cosas para mí. Es un verdadero cordón umbilical tanto para Bab el-Tebbaneh como para Jabal Mohsen. Pero nunca volverá a ser la que fue en la época en que el comercio era floreciente y los sunitas y los alauitas convivían sin problemas. Cuando estallaron los enfrentamientos se convirtió en la línea divisoria y hoy está cargada de  malos recuerdos.

Desde un principio, sufrí en carne propia los efectos de los enfrentamientos. En 2008, mi casa fue incendiada; mis hermanas y hermanos se encontraban dentro. Desde entonces, ya no le tememos a nada, nuestro corazón se ha endurecido y todo nos da lo mismo. Si estamos vivos es simplemente porque aún no nos hemos muerto. No tenemos trabajo y a veces nos peleamos hasta para conseguir agua.

La verdad es que el gobierno ha descuidado y privado de todo a los dos barrios. Así es más fácil manipular a los jóvenes que viven allí. Tenía apenas 17 años cuando empecé a juntarme con los combatientes en la calle. Cuando eres niño y ves que tus padres corren detrás de un mísero ingreso es muy probable que vayas también por mal camino. Conozco a tipos aquí que están dispuestos a empuñar un arma y abrir fuego por 100 dólares para poder alimentar a su familia. Si tienes siete u ocho hijos, eres capaz de cualquier cosa para ganar 100 dólares.

El año pasado cuando las armas se acallaron, nos dimos cuenta de que cada barrio se había hecho muchas ideas equivocadas con respecto al otro y descubrimos que no éramos tan diferentes. Los alauitas, por ejemplo, rezan como nosotros, hacen ayuno como nosotros, y hasta tengo algunos amigos del otro lado en Jabal Mohsen. Lo único que queremos es vivir tranquilamente en nuestro hogar de manera digna y sin depender de la asistencia externa.

Hana Awad

Habitante de Bab el-Tebbaneh

La calle Siria, conocida antes con el nombre de “calle de oro” por la prosperidad comercial que allí reinaba, ya no tiene vida, las tiendas están vacías pues todas se trasladaron a otras partes de Trípoli tras agudizarse la violencia. El único vestigio de esa prosperidad son unos viejos letreros.

Los enfrentamientos recrudecieron y los clientes procedentes de Beirut dejaron de acudir a la ciudad por miedo. Mi marido tenía una tienda de coches en esta calle pero se vio obligado a cerrar. Tenemos siete hijos y todos nuestros ahorros se agotaron rápidamente. Mi marido cayó en depresión así que decidí salir a trabajar fuera de casa por primera vez.

“La calle Siria, conocida antes con el nombre de ‘calle de oro’ por la prosperidad comercial que allí reinaba, ya no tiene vida, las tiendas están vacías pues todas se trasladaron a otras partes de Trípoli tras agudizarse la violencia. El único vestigio de esa prosperidad son unos viejos letreros.”

Malak Jaafar

Responsable de comunicaciones, CICR Líbano

Era demasiado joven para comprender. Una tarde en el balcón de nuestra casa en Beirut estaba con mis padres que tomaban café y les señalé tres impactos de bala que había en la fachada y pregunté a mi padre que quién había hecho eso. “¿Por qué querría alguien dispirar una casa que no es suya?”, se interrogaba la niña de 8 años que era entonces.

Él siempre me respondía lo mismo: “15 años de guerra civil”. Pero yo nací después de la guerra y no entendía siquiera lo que quería decir “guerra civil”. Más aún, no entendía que la guerra había causado mucho más daño que esos tres impactos de bala encima de la puerta del balcón.

Con los años fui entendiendo que haber nacido después del alto el fuego no tenía mucha importancia, pues en Líbano la guerra ha dejado huellas en la vida de cada uno de sus habitantes, joven o viejo.

La guerra es omnipresente: en los edificios acribillados de balas y en las personas con sus cicatrices físicas y psicológicas. Se habla de ella en todo momento: los padres cuentan sus vivencias a los hijos y casi todos los libaneses se refieren a ella y suelen comenzar sus relatos con “antes de la guerra…”.

Tras el inicio de la crisis en Siria, entré a trabajar para el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) como responsable de comunicaciones. Quería formar parte de la organización que buscaba aliviar el sufrimiento de personas como mis padres.

La primera vez que visité Jabal Mohsen y Bab el-Tebbaneh vi lo que ocurría y fue como una bofetada. Creí que la guerra de Líbano había terminado. ¿Por qué parecía que los dos barrios se habían quedado en el pasado? La población civil se vio atrapada en el fuego cruzado y las casas, los negocios e incluso las escuelas se transformaron en campos de batalla.

Al igual que mis padres y la mayoría de las personas que vivieron la guerra, a los habitantes les costaba mucho explicar cómo podían vivir en paz durante el día y agarrarse a tiros por la noche.

En una de las casas de la calle Siria donde estábamos filmando con una familia que participaba en un proyecto del CICR destinado a ayudar a los habitantes a restablecer sus medios de subsistencia, la madre nos mostraba la habitación de su hija. El mobiliario color rosa y púrpura estaba acribillado de balas. Mientras la madre nos relataba su historia, su hija de 11 años la interrumpió para preguntarle: “¿Por qué querría alguien dispirar una casa que no es suya?”

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