Tribuna abierta

No hay tiempo para la desesperanza

A finales de junio, se decidió levantar la clasificación de hambruna en algunas partes de Sudán del Sur, lo que fue una muestra de lo que se puede lograr cuando los recursos y el acceso permiten una respuesta adecuada. Sin embargo, este logro no oculta de ninguna manera la catástrofe humanitaria en la que sigue sumido nuestro país.

En efecto, según Naciones Unidas, más de un millón y medio de personas enfrentan aún «niveles de hambre de emergencia» y se estima que 6 millones de personas se encuentran en una situación de inseguridad alimentaria. Debido al conflicto actual y a la violencia intertribal, hay unos 2 millones de desplazados internos y una cifra similar de personas ha encontrado refugio en los países vecinos. En circunstancias normales, todas estas personas estarían produciendo alimentos y manteniendo vivos los mercados locales. La falta de agua limpia y de un saneamiento adecuado ha provocado brotes de cólera en numerosas zonas, mientras la malaria también ha vuelto a hacer su aparición.

Lo mismo está ocurriendo en la región del Lago Chad en África occidental, en Somalia y en Yemen, donde la violencia, el hambre extrema, la sequía, las enfermedades y el conflicto conspiran para dejar a millones de personas en condiciones insostenibles.

Sin embargo, incluso en estos entornos terribles y caóticos, no podemos dejarnos llevar por la desesperanza. Podemos, y debemos, hacer más para proteger a las personas vulnerables, salvar vidas, mejorar la vida de las personas y ayudar a las comunidades a ser más resilientes ante futuras calamidades.

Aunque parte de la solución radica en tener mayores recursos, no se trata solo de dinero o de asistencia humanitaria, sino también de aprender a colaborar juntos de manera mucho más eficaz.

En Sudán del Sur, prestan servicios 138 organizaciones internacionales. Estos actores, entre ellos Sociedades Nacionales hermanas y otros componentes del Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, han trabajado con frecuencia en forma aislada e informan a los donantes en sus países de origen solo sobre los proyectos propios.

Pero este modelo ya está quedando obsoleto. El Movimiento ha comenzado a aplicar en Sudán del Sur un nuevo paradigma que destaca el logro colectivo y la actuación coordinada. A pesar de los muchos asociados del Movimiento que despliegan actividades en este país, este año hemos logrado emitir un llamamiento de fondos unificado, como Movimiento, y elaborado un informe conjunto que explique más claramente nuestra respuesta colectiva.

Asimismo, constituimos un grupo de coordinación para examinar en detalle todos los proyectos propuestos en el país. Antes de aprobar cualquier proyecto, este grupo se asegura de que la propuesta responde a las necesidades más apremiantes de la población, y tiene el objetivo de suplir las carencias en nuestra respuesta colectiva y apoyar la labor de los actores locales en lugar de debilitarlos con estructuras paralelas.

El inconveniente de esta colaboración es que requiere tiempo —un bien muy valioso en caso de crisis—pero por otro lado, nuestra respuesta colectiva es mucho más eficaz y, por ende, permite salvar más vidas. Hablar al unísono también hace que nuestros llamamientos conjuntos para obtener acceso y brindar protección a los civiles tengan un mayor efecto y den más credibilidad a nuestros argumentos en favor de una mayor inversión a largo plazo en la resiliencia sostenible y local.

Las comunidades de toda África tienen que conseguir un mejor acceso al agua limpia, los sistemas de salud y los mercados. Si bien muchos proyectos intentan atender a algunas de estas necesidades, es indispensable ampliarlos mucho más y coordinarlos mejor si queremos evitar que dentro de cinco o diez años se repita la situación de 2017.

Incluso antes de que estallara el conflicto en 2013, este país fértil y rico en recursos ya dependía en gran medida de la importación de productos alimenticios. La falta de carreteras y el elevado costo del transporte eliminaron cualquier incentivo para producir grandes cantidades de alimentos y transportarlos al mercado. Cuando el conflicto, la guerra civil y el desplazamiento masivo ocurrieron, esta falta de desarrollo básico era tan culpable de la hambruna como lo era la falta de lluvias.

Si bien las organizaciones humanitarias no pueden resolver todos estos problemas, podemos ser parte de la solución y ofrecer ideas basadas en nuestra experiencia. Cuando el Movimiento se reúna en Turquía, a principios de noviembre, trataremos de hallar nuevas formas de trabajar juntos y examinaremos una manera innovadora de adaptarnos a un cambio rápido y complejo.

Los nuevos sistemas de colaboración durante las emergencias complejas son una innovación fundamental que debe seguir siendo prioritaria en nuestro programa. Incluso en medio de la crisis, debemos seguir innovando, aprendiendo y mejorando. De ello depende nuestro futuro.

John Lobor

Secretario General de la Cruz Roja de Sudán del Sur

Fotografía: Cruz Roja de Sudán del Sur

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