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Tormentas imperfectas

A medida que comienza la temporada de huracanes en el Atlántico y aumentan los casos de Covid-19, países como Honduras, todavía muy afectados por las tormentas del año pasado, se ven obligados a gestionar crisis múltiples y superpuestas.

Con la temporada de huracanes en el Atlántico ya encima, las organizaciones de ayuda de Centroamérica, como la Cruz Roja Hondureña, se apresuran a prepararse para lo que podría ser una temporada de desastres múltiples.

«Nos estamos preparando para los movimientos de población, los brotes de dengue, la pandemia de Covid-19 y lo que se prevé que sea una temporada muy difícil de tormentas tropicales», dice Carlos Colindres, Gerente Nacional de Riesgos de la Cruz Roja Hondureña.

En una situación en la que la gente ya está al límite, Colindres y sus colegas están trabajando horas extras para que las comunidades de todo el país estén preparadas, a pesar de los retos a los que ya se enfrentan. «No tengo tiempo para nada, pero saco tiempo para todo», dice sonriendo.

Una de las preocupaciones es el refugio. Miles de personas aún no han podido regresar a sus hogares debido a los daños causados por los huracanes Eta e Iota, que azotaron el país el pasado mes de noviembre. De las aproximadamente 100 escuelas, centros comunitarios e iglesias que se utilizaron como refugios tras los huracanes del año pasado, seis siguen siendo utilizadas por personas que no tienen otro lugar donde ir.

«Muchas personas todavía están arreglando sus casas», dice Colindres. «Nos preocupa otra temporada de huracanes muy activa, porque no hay capacidad para una evacuación masiva».

Como líder del Cluster de Shelter (GSC) junto con el ACNUR, la Cruz Roja está acostumbrada a apoyar y asesorar al gobierno sobre cómo deben gestionarse los refugios en las emergencias. Pero el Covid-19 añade toda una nueva serie de complicaciones. Ahora las medidas en los refugios exigen que se respete rigurosamente el distanciamiento y otras medidas de protección, lo que limita la capacidad de los espacios.

«Si los centros de evacuación están abarrotados, las personas ya afectadas por los fenómenos meteorológicos podrían estar expuestas a un mayor riesgo de infección por Covid-19», afirma Roger Alonso, jefe de la Unidad de Desastres, Clima y Crisis de la FICR en América. «En la confusión y el caos posterior a estos desastres, es difícil que las personas se mantengan a una distancia segura y sigan las indicaciones de prevención todo lo que se debería».

Mientras tanto, las interrupciones de los sistemas de abastecimiento de agua y saneamiento (en algunos casos causadas por los daños de las tormentas) pueden dificultar mucho el lavado de manos y otras medidas higiénicas básicas. En algunas zonas, las inundaciones pueden crear condiciones favorables para las enfermedades que transmiten los mosquitos o que se propagan a través del agua contaminada, todo ello en un momento en el que los sistemas de seguimiento de enfermedades ya están al límite.

El sistema sanitario del país también está al límite. Ya estaba luchando contra la pandemia de Covid-19 cuando llegaron los huracanes Iota y Eta, y ahora los centros médicos y las UCI están sobrepasados mientras las infecciones siguen aumentando. «Es terrible, porque en algunos casos sólo hay camas libres cuando la gente fallece», dice Colindres.

Incluso antes de la pandemia y los huracanes, se estimaba que cerca de 1,3 millones de hondureños necesitaban ayuda en las áreas de seguridad alimentaria, salud, protección y agua y saneamiento. El grave deterioro de la economía debido a la pandemia sólo ha empeorado las cosas. «Toda esta situación ha incrementado la pobreza extrema en el país; muchas personas han perdido sus empleos».

Mientras tanto, los movimientos migratorios han disminuido, pero no se han acabado. «La gente que quiere migrar no se detiene por la pandemia», dice Colindres. «Salen del país por puntos ciegos, donde no hay controles fronterizos, porque muchos de ellos no pueden pagar las pruebas de Covid para entrar legalmente en otros países».

Los que son detenidos y devueltos a la frontera hondureña, reciben asistencia de la Cruz Roja Hondureña, que les proporciona protección, refugio, comida y transporte. «Los migrantes vienen cansados, no han comido ni dormido durante mucho tiempo», dice.

«No tengo tiempo para nada, pero saco tiempo para todo». Carlos Colindres, Gerente Nacional de Riesgos de la Cruz Roja Hondureña

Cuando dos huracanes azotaron Centroamérica a finales del año pasado,  trabajadores humanitarios tuvieron que ofrecer primeros auxilios y otros servicios críticos mientras evitaban infectarse a sí mismos y a otros. Con el incremento de los casos de Covid-19, muchos temen que la temporada de tormentas de 2021 sea un reto aún mayor. | Foto: FICR

Un escenario con múltiples peligros

La pandemia de Covid-19 junto con otros desafíos, no es una situación exclusiva de Honduras. Lo que ocurre está obligando a revisar por completo la forma en que las organizaciones humanitarias, y la sociedad en su conjunto, se preparan y responden a nivel local e internacional, en todo el mundo.

«El caso de Honduras ilustra muy bien los escenarios de múltiples peligros a los que estamos expuestos cada vez con más frecuencia», dice Martha Keays, directora regional de la FICR para las Américas. «Tenemos que revisar y mejorar continuamente nuestras intervenciones y, en particular, la forma en que nos preparamos y trabajamos juntos antes de que llegue cada nuevo desafío».

Con la llegada de la temporada de tormentas, la población de Honduras, incluidos los socorristas y los sistemas de emergencias, volverán a ponerse a prueba. «Sin duda, este año aprenderemos mucho sobre cuál es la mejor manera de afrontar escenarios de emergencia complejos», añade Colindres.

Ante estos profundos y amplios desafíos, para algunos es cada vez más evidente que no bastará con una respuesta convencional. Al igual que las Sociedades Nacionales de todo el mundo, la Cruz Roja Hondureña está transformando muchos aspectos de sus operaciones para adaptarse a los nuevos escenarios de amenazas múltiples.

Algunos de los cambios son fáciles de detectar. En los refugios o en los lugares donde se reparten alimentos o suministros, las estaciones sanitarias reciben a las personas en cada punto de entrada. Las mascarillas y el distanciamiento físico son obligatorios. «La prevención de la propagación del Covid-19 está en el centro de nuestra respuesta y es un reto enorme», dice Alonso. «Se toman todas las precauciones para garantizar la mayor seguridad posible».

La prevención y no perjudicar, han sido mantras fundamentales de la Cruz Roja. Pero la combinación de Covid-19 y las tormentas ha llevado el concepto a un nivel completamente nuevo. En unas 1.200 comunidades de toda Honduras, los equipos de la Cruz Roja trabajan para garantizar que la gente tenga acceso a los mensajes de alerta temprana e instan a las personas a reservar alimentos, agua y otros artículos de primera necesidad. Esto es especialmente importante, porque la pandemia provoca retrasos en el reparto de bienes y servicios.

Las inundaciones causadas por los huracanes Iota y Eta obligaron a miles de personas a abandonar rápidamente sus hogares. Algunos volvieron a sus casas en pocas semanas. Muchos otros siguen desplazados. | Foto: FICR

Transformación de la prevención

Pero no todos los cambios son fáciles de ver desde el exterior. Una de las claves de la transformación de la Cruz Roja Hondureña es la incorporación del enfoque «Preparación para una respuesta eficaz» (PER), que permite a los equipos de la Cruz Roja identificar claramente los puntos débiles y fuertes de sus sistemas de preparación y respuesta a desastres y establecer medidas concretas para mejorarlos a corto, medio y largo plazo.

Esto significa que en la Sociedad Nacional todos los departamentos están colaborando más estrechamente que nunca, ya que cada área -salud, refugio, higiene, recuperación económica, comunicaciones y respuesta de emergencia- es fundamental para la supervivencia y la recuperación. Eso también implica colaborar mas estrechamente con las instituciones gubernamentales y otros socios, en todas estas áreas de trabajo.

Al fin y al cabo, si una de estas piezas falta, o es débil, repercutirá en el éxito de los demás esfuerzos. Si la gente tiene hambre, no podrá respetar las restricciones de permanencia en el hogar. O si están sufriendo psicológicamente, no podrán mantener hábitos saludables. Y si no se coordinan los esfuerzos para abordar estas preocupaciones, el impacto se diluirá en un momento en el que no se pueden desperdiciar esfuerzos.

Este tipo de enfoque multidisciplinar es fundamental, ya que, en Honduras, unas 250.000 personas viven con menos de un dólar al día y la pandemia está empeorando aún más la situación. Muchas personas que estaban bien antes de la pandemia y las tormentas, ahora han perdido sus casas, sus negocios, o incluso ambas cosas.

Para hacer frente a estas diversas necesidades, la Cruz Roja Hondureña ha desarrollado programas de transferencia de dinero en efectivo, para que las personas vulnerables puedan tener acceso a cestas de alimentos básicos y servicios médicos esenciales. La Sociedad Nacional además proporciona subvenciones para las pequeñas empresas que están en quiebra, señala Colindres, refiriéndose a un programa financiado por ECHO que beneficiará a 25.000 pequeñas y medianas empresas en el país.

No sólo miles de personas han sido desplazadas por las tormentas del año pasado, sino que muchas han perdido sus empleos, sus ingresos y su capacidad de ir a la escuela. Esta inseguridad les hace más vulnerables a futuras tormentas y a futuras oleadas de Covid-19. | Foto: FICR

Una nueva realidad mundial

Mientras tanto, a nivel regional y mundial, la pandemia de Covid-19 combinada con un número cada vez mayor de graves crisis relacionadas con el clima, ha aumentado la urgencia de la preparación, la coordinación y la defensa de la distribución equitativa de suministros, medicamentos y vacunas.

Para anticiparse a los retos logísticos causados por la pandemia de Covid-19 en Centroamérica, la FICR ha pre-posicionado material humanitario en Panamá, Guatemala, Honduras y en todo el Caribe para dar una respuesta inmediata a las necesidades de hasta 6.000 personas. También se han establecido acuerdos de compra con los proveedores para movilizar rápidamente recursos adicionales para llegar a más familias, en caso de ser necesario.

Los recursos financieros también son fundamentales. A nivel mundial, la FICR está presionando a los donantes para que respalden los esfuerzos para aumentar una reserva de fondos -conocida como Fondo de Emergencia para el Socorro en Casos de Desastre o DREF- creada específicamente para apoyar la respuesta de las Sociedades Nacionales en las crisis, en el momento en que se producen.

El Movimiento de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja también está desempeñando un importante papel de liderazgo en los esfuerzos mundiales destinados a conseguir que las vacunas sean más accesibles en los países de bajos ingresos donde muchas personas todavía no tienen acceso a ellas.

En Honduras, por ejemplo, la tasa de vacunación es inferior al 2%. Los trabajadores de la Cruz Roja, junto con las fuerzas armadas, los bomberos, la policía y el personal sanitario han empezado a vacunarse recientemente. 

«La vacunación equitativa es urgente», dice Alonso de la FICR. «muchos meses después del inicio de las vacunaciones en todo el mundo, se han administrado menos de dos de cada mil vacunas en los países más pobres de América. Dejar atrás a los más vulnerables en los procesos de vacunación es una catástrofe moral y de salud pública.»

Covid-19 está obligando a replantear muchos aspectos del suministro de ayuda, lo que exige nuevos niveles de preparación y coordinación. Mientras la pandemia ralentiza las entregas, los suministros de emergencia se han posicionado en Honduras y otros países en previsión de la temporada de huracanes. | Foto: FICR

«Estresados y cansados»

Sin embargo, la supervivencia y la recuperación de múltiples crisis de larga duración requiere algo más que dinero y vacunas. El impacto sostenido de estas crisis superpuestas ha llevado a la gente más allá de lo soportable. «La gente está muy estresada y cansada», dice Colindres. «La salud mental forma parte del bienestar de la gente, es importante trabajar en ella».

La situación es particularmente difícil para aquellos que trabajan día a día, durante largos periodos de tiempo, ayudando a otros mientras gestionan experiencias a veces muy traumáticas. «La Cruz Roja Hondureña tiene una red de psicólogos que también apoya al voluntariado», dice. «Los psicólogos realizan sesiones con los voluntarios que están respondiendo a la pandemia de Covid-19 y apoyando a las víctimas de los huracanes Eta e Iota».

Debido la exposición adicional a la que se enfrentan los trabajadores de emergencias cuando responden a las mismas, existe la preocupación generalizada de contagiarse de Covid-19. Esto, por sí mismo, ha añadido más estrés, así como nuevos protocolos, formación y regulación.

A esto hay que añadir que muchos de los miembros de las comunidades a las que prestan sus servicios saben poco sobre el virus, o no creen que exista. Esto puede añadir mucha tensión cuando la gente no entiende o no respeta los protocolos o las restricciones que impone la pandemia, porque en su día a día se enfrentan a otras muchas preocupaciones más visibles y urgentes.

«Son muchas las historias sobre la valentía de los voluntarios y su dedicación», dice Alonso, «que a pesar de todos los riesgos y tensiones -y del hecho de que muchos de ellos también se han visto afectados por la devastación- han seguido trabajando incansablemente para apoyar a sus comunidades.»

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