En la jerga de las organizaciones humanitarias, una «persona desplazada» es la que se ha visto obligada a huir de una parte de su país a otra.
Pero esta terminología oculta la cruda realidad que enfrentan estas personas en un país desgarrado por el conflicto.
En Yemen, alrededor de 4 millones de personas han perdido su hogar y sus pertenencias en los últimos siete años, obligadas a desplazarse para encontrar zonas más seguras en un esfuerzo por sobrevivir.
Una de ellas es Souad. Junto con sus cuatro hijos y su marido, Souad abandonó su pueblo en Rayma para dirigirse a la capital, Saná, y luego a un campamento de «desplazados» en Ma’rib.
«La guerra nos obligó a abandonar nuestro hogar e ir a un campamento de desplazados, donde tuvimos que sobrellevar solos el dolor y el sufrimiento», dice Souad, cuya historia revela otra importante realidad: ni siquiera las personas que se enfrentan a tremendas dificultades pueden definirse simplemente con etiquetas o categorías como «persona desplazada» o «víctima de guerra».
A decir verdad, el caso de Souad nos muestra que hasta las personas que viven en campamentos de desplazados son mucho más que eso. La historia que Souad nos cuenta una tarde, no hace mucho tiempo, en su pequeño alojamiento, añade palabras como madre, padre, voluntario, maestra, estudiante y superviviente.
«A medida que la guerra continuaba y se agravaba, muchas personas, como yo, optaron por abandonar su hogar y huir a gobernaciones que no conocían. Al tratar de evitar las dificultades de la guerra, nos encontramos en una situación insostenible, obligados a desplazarnos continuamente entre las distintas regiones de Yemen. Ahora estamos instalados en el campamento de Al-Jafinah, viviendo en condiciones precarias».