Transformar vidas entre rejas
En centros penitenciarios de la ciudad de México, personas voluntarias de Cruz Roja no sólo salvan vidas, sino que dejan un efecto dominó de compasión hacia los demás.
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Los datos también se pueden utilizar para salvar vidas y las organizaciones humanitarias se afanan para mejorar la forma de recopilarlos y hacer uso de ellos. La duda que se plantea es si se encuentran en condiciones de operar en una “jungla” de escasas normas como es el mercado mundial de los datos.
En el mundo de la mercadotecnia, se suele hacer referencia a los datos como “el nuevo oro”, ya que son una herramienta muy valiosa a la hora de dirigir productos, servicios o mensajes directamente a personas que, por su comportamiento en línea y sus datos personales, se perciben como objetivos eventualmente receptivos.
Su importancia no se limita al dinero. Se pueden utilizar como una herramienta de orden público, para acumular poder político o incluso como arma de guerra. Para millones de personas de todo el mundo, los datos sencillamente hacen que la vida sea mejor: les permiten entrar rápidamente en contacto con otras personas o con servicios y placeres como el arte y la música.
Pero además los datos pueden salvar vidas. Las organizaciones humanitarias los utilizan para intervenir con mayor eficacia ante crisis como desastres naturales o conflictos, y para hacer seguimiento de la población y mantenerla a salvo de enfermedades que se propagan rápidamente, como el cólera, el ébola y la COVID-19.
Sin embargo, cabe preguntarse cuáles son las limitaciones y los peligros de utilizar ingentes cantidades de información en un mercado mundial con escasas normas —y ningún reglamento universal de obligado cumplimiento— sobre la recopilación, el uso, el almacenamiento, la venta y la protección de los datos. Si bien algunos países y regiones disponen de leyes de protección de datos (por ejemplo, el Reglamento general de protección de datos de la Unión Europea o RGPD), no existe ningún mecanismo para la protección de los datos a nivel mundial.
Mientras que se han elaborado leyes para proteger a quienes se ven afectados por conflictos o desastres naturales —y se utilizan emblemas como la Cruz Roja para amparar el trabajo humanitario—, existen escasas medidas de protección destinadas a salvaguardar los datos que se recopilan para ayudar a las personas a superar desastres naturales, conflictos u otras crisis.
“Sabemos cómo instalar el tejado de un hospital de campaña”, observa Nathaniel Raymond, profesor y experto en derechos humanos del Instituto Jackson de Asuntos Mundiales de la Universidad de Yale. “¿Pero cómo se pone el emblema de la Cruz Roja o la Media Luna Roja en un servidor? ¿Cómo se insertan en una base de datos o en un lápiz de memoria?”.
“Hasta la fecha, no hemos hallado la manera de identificar y proteger los datos de carácter humanitario, lo cual acarrea un riesgo muy elevado de que se explote o mercantilice esa información, o incluso de que se utilice como un arma”.
Por ejemplo, los gobiernos o grupos armados podrían valerse de ese tipo de datos para rastrear a personas que consideran enemigas. Por su parte, los tratantes de personas podrían utilizar los datos para identificar objetivos vulnerables. Al mismo tiempo, también tienen intereses propios las redes de telefonía, los bancos y las plataformas de medios sociales que las entidades de asistencia utilizan para brindar sus servicios.
“Muchas de las empresas que suministran esas plataformas y servicios tienen modelos de negocio que están basados en los datos y hacen un uso intensivo de la información”, explica Alexandrine Pirlot de Corbion, directora de estrategia de Privacy International, una de las principales organizaciones mundiales en el ámbito de la protección de los datos.
“Estas compañías basan su crecimiento en el procesamiento masivo de datos y, con frecuencia, tienen escaso interés en los derechos humanos y ninguna consideración por los efectos que sus productos puedan tener sobre los diferentes usuarios”.
Al mismo tiempo, los agentes humanitarios se enfrentan a una creciente demanda de sus servicios —conflictos prolongados y aumento de la frecuencia de tormentas y brotes epidémicos— combinada con restricciones presupuestarias y con la imposición de mayor eficiencia por parte de los donantes internacionales.
“Existe un aumento de la presión por parte de los financiadores para adoptar recursos innovadores y hacer uso de las tecnologías”, explica Pirlot de Corbion, que también es coautora de una publicación conjunta de Privacy International y el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR): The humanitarian Metadata problem: Doing no harm in the digital era (en inglés).
“Por otra parte, los conflictos tienen cada vez mayor duración y los desastres naturales suceden con más frecuencia, de manera que las entidades de ayuda se ven expuestas a una constante presión para hacer más con menos”.
Una innovación basada en el uso de datos que las organizaciones humanitarias ya han adoptado de forma generalizada es el uso de los sistemas bancarios electrónicos para hacer transferencias monetarias directas a las personas afectadas por crisis. Esa práctica presenta múltiples ventajas: además de reducir los costos y los problemas ligados a la importación a zonas de crisis de enormes cantidades de comida u otros suministros, las transferencias monetarias permiten brindar apoyo a los mercados y productores locales, y ofrecen a las personas la posibilidad de adoptar sus propias decisiones sobre las necesidades más acuciantes.
En las zonas de conflicto, también pueden ser una solución más segura. “Las transferencias monetarias reducen la visibilidad y la exposición al riesgo de las personas, ya que estas no se ven obligadas a reunirse en un mismo lugar para la distribución de alimentos, con la consiguiente vulnerabilidad que ello implica”, señala Massimo Marelli, director de la Oficina de Protección de Datos del CICR.
Sin embargo, también existe el riesgo de que se haga un uso indebido de los datos relativos a transferencias monetarias por vía electrónica. Aunque los bancos utilizan sistemas de cifrado para proteger el contenido de las transferencias monetarias, existen datos asociados a cada transferencia que se utilizan para que el dinero llegue a su correcto destinatario. Se denominan “metadatos” y su funcionamiento es similar al de la dirección que figura en un paquete. El contenido del paquete está protegido pero no así los metadatos, que podrían revelar mucha información sobre el remitente, el lugar y la fecha de envío, el destinatario, etc.
“En caso de que una de las partes del conflicto se hiciese con esos datos, las personas podrían verse aún más expuestas a abusos o ataques”, explica Marelli. “Hablamos de los horarios en los que se realizan las retiradas de efectivo, los lugares en que se producen esas disposiciones, dónde se gasta el dinero obtenido y a qué productos o servicios se dedica. Todo ello constituye información muy valiosa, que se podría utilizar para definir el perfil de una persona y, eventualmente, determinar las probabilidades de que se trate de un enemigo de alguna de las partes del conflicto”.
De forma análoga, muchos sistemas cifrados de mensajería también utilizan metadatos para indicar el destinatario de los mensajes de texto. Esto plantea serias preocupaciones, ya que muchas organizaciones humanitarias recurren a sistemas de mensajería de texto para compartir y recibir información importante sobre cuestiones sanitarias, de seguridad y otras con grupos vulnerables como migrantes, refugiados y personas desplazadas por motivos de violencia o desastres.
Los expertos citados en este reportaje consideran que esas inquietudes no deben hacer que los agentes humanitarios rehúyan las soluciones tecnológicas, pero sostienen que el conjunto del sector necesita mejorar su comprensión de los riesgos a los que se expone, a fin de conocer las innovaciones que conviene evitar y las medidas que se deben aplicar para proteger a las personas y sus datos a la hora de adoptar nuevas tecnologías. Por ese motivo, el CICR ha publicado un Manual sobre protección de datos en la acción humanitaria a fin de guiar a su personal y a los miembros de otras organizaciones en la gestión de estas cuestiones complejas.
Es obvio que hay mucho en juego. Si se percibe un uso indebido de los datos personales, los agentes humanitarios podrían perder su recurso más preciado: la confianza de aquellos a quienes pretenden ayudar.
“Si no dispones de la confianza de las personas y estas no se fían de que sus datos solo vayan a utilizarse para fines humanitarios, podrían dejar de solicitar tu ayuda”, afirma Marelli. “Eso quiere decir que ya no tendrán acceso a servicios humanitarios esenciales, y si no pueden recibir atención sanitaria, saneamiento, nutrición, etc., las consecuencias serán dramáticas para todos”.
Ahmada Mohamedy Siogope nos habla sobre la asistencia a las personas desplazadas por la guerra, las condiciones de vida en las tiendas de campaña y el covid-19 en el calor sofocante del verano del noreste de Siria.