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Una mujer, su bicicleta y la misión de salvar vidas

Una voluntaria de la Media Luna Roja de Kirguistán va de puerta en puerta en bicicleta para ayudar a los pacientes de tuberculosis a recuperarse y detener una enfermedad mortal.

Montada en su flamante bicicleta roja, Elena Sorokina recorre la carretera arbolada de las afueras de Kara Balta para cumplir su misión. Al llegar a su destino aparca la bicicleta, se pone la mascarilla N-95 y llama a la puerta de Sardarbek Chutoev, de 59 años.

«¿Está todo bien?», le pregunta, mientras él abre la puerta.

«¡Bien!», responde él sonriente.

Sorokina es enfermera visitadora del Proyecto “Curar la tuberculosis” y su misión es visitar a las personas que siguen un tratamiento contra la tuberculosis, una enfermedad infecciosa que se puede curar si se sigue un tratamiento largo y a veces difícil.

“¿Se siente mejor hoy?”, pregunta ella.

“¡Sí, mejor!”, responde el paciente.

Causada por una bacteria que afecta normalmente a los pulmones, la tuberculosis puede ser un asunto solitario y doloroso, y Chuteov es el primero en sostener que las visitas de Sorokina supusieron un cambio radical en su recuperación. «He sufrido mucho», dice. «Entonces descubrí a Elena y al grupo de apoyo».

Una mano amiga no solo es fundamental en los momentos difíciles, ya que la medicación suele tener efectos secundarios, sino que también es esencial cuando los pacientes empiezan a sentirse mejor, cuando los pacientes que se recuperan piensan a veces que pueden dejar de tomarla.

Abandonar el tratamiento puede conducir a empeorar los resultados, no solo para el paciente, sino también para los demás. Si no se eliminan, las bacterias que sobreviven son más resistentes a la medicación, lo que provoca una recaída y posiblemente la propagación de una cepa de tuberculosis más resistente.

«Lo más importante en mi trabajo es velar por que todos los pacientes que comienzan el tratamiento no lo abandonen», asegura. «Para curarse, tienen que seguir todo el tratamiento».

Elena Sorokina suele ir en bicicleta a visitar a los pacientes que siguen un tratamiento contra la tuberculosis. Su objetivo es que todos los pacientes terminen el tratamiento y se restablezcan.

Un largo viaje

Por eso el Proyecto “Curar la tuberculosis” se centra especialmente en los pacientes que, por diversas razones, necesitan ayuda para aplicar el tratamiento hasta el final. «El punto más importante del trabajo con los pacientes es convencerlos de que la tuberculosis es una enfermedad curable», asegura. «Puede haber personas que no creen en el diagnóstico, es decir, que no lo aceptan».

Además, el diagnóstico no siempre es sencillo. La gente suele pensar que los primeros síntomas son los de otra afección. El caso de Chutoev, por ejemplo, se complicó por un diagnóstico inicial erróneo.  «Cuando empezó la pandemia de covid-19, me enfermé», cuenta Chutoev.  «Me dijeron que era covid-19. Luego, me volvieron a examinar.  Dijeron que mis pulmones estaban en muy mal estado. Entonces me diagnosticaron tuberculosis».

Una vez que las personas entienden y aceptan el diagnóstico, deben iniciar rápidamente el tratamiento. «Es mejor tratar la enfermedad apenas comienza y no esperar», dice Sorokina, y añade que por eso es tan importante el trabajo del Proyecto “Curar la tuberculosis”.

Las personas también necesitan apoyo para manejar las reacciones de los demás: vecinos, amigos y familiares. Hay que explicarles, dice Sorokina, que si una persona recibe un tratamiento para la tuberculosis, ya no es contagiosa.

Aun así, las personas con tuberculosis suelen ser condenadas al ostracismo y a la estigmatización. «A veces se sienten deprimidos», dice de los pacientes. «Hay un rechazo. Entonces, no quieren comunicarse con los demás. Les parece que todo el mundo conoce su enfermedad, que todo el mundo les ha dado la espalda».

Esto puede llevar a una espiral descendente si los pacientes pierden la esperanza y dejan de cuidarse. Chutoev dice que el apoyo de Sorokina le ayudó a salir adelante. «Una vez, me preguntó por mi salud y le contesté: ‘No quiero vivir más’. Ella respondió: ‘¿De qué hablas? Te vas a poner bien, es curable. No tengas pensamientos negativos’.

«Hay un dicho en kirguís que dice: ‘Si te pregunten por tu salud es tan bueno como curarse'», dice Chutoev riendo. «Una cosa que agradezco a Elena es que me controle una vez al día».

Sardarbek Chutoev, uno de los pacientes de Elena, cuenta que su apoyo le cambió la vida. Elena lo visitaba una vez al día durante el tratamiento.

Estar ahí

«Lo que cuenta es la persistencia y la constancia», dice Sorokina. «Habrá muchos altibajos. Muy a menudo se abandona el tratamiento debido a los efectos secundarios. Cuando los efectos secundarios no se detectan a tiempo y no se eliminan, la persona se enferma y puede abandonar el tratamiento. Y una persona que no recibe tratamiento, no solo está enferma, sino que también infecta a los demás: ese es el problema».

Después de hacer varias visitas y pedalear por gran parte de la ciudad, vuelve a subirse a la bicicleta y se dirige al dispensario central, donde comprueba con el personal del establecimiento el estado de salud de un determinado paciente.

«Ha completado con éxito el tratamiento», dice su colega, con una gran sonrisa, que se adivina detrás de una mascarilla N-95.

“¡Excelente noticia!, responde Elena , aplaudiendo.

«La mejor parte es cuando el paciente termina el tratamiento y se recupera», asegura. «Es una gran satisfacción. La mayoría de nuestros pacientes se recuperan y nos alegramos cuando el tratamiento se termina con su recuperación».

«Cuando vengo a la consulta, siempre expreso medio en broma mi deseo y digo: «Chicas, mi gran sueño es venir a ver a mis pacientes y que ustedes me digan: ‘Pero no tenemos a nadie, no hay pacientes de tuberculosis'».

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