Transformar vidas entre rejas
En centros penitenciarios de la ciudad de México, personas voluntarias de Cruz Roja no sólo salvan vidas, sino que dejan un efecto dominó de compasión hacia los demás.
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Un alimento saludable y ecológico procedente del mar se ha convertido en un ingrediente esencial en los esfuerzos de las comunidades isleñas para capear las terribles tormentas.
Todas las mañanas, Ronnie y Girlyn Villasino se suben a su estrecha embarcación en forma de canoa (conocida como bangka) y salen remando para ocuparse de sus cultivos en las aguas poco profundas que se encuentran frente a su casa en la playa.
Como muchos en la isla de Ilin, ubicada justo al sur de la isla filipina de Mindoro, que es mucho más grande, los Villasino plantan, cosechan, secan y venden una variedad de algas marinas. Estas sabrosas plantas saladas no solo son una delicia culinaria –utilizadas en ensaladas, platos en escabeche y sopas de marisco– sino que son un ingrediente esencial en una multitud de productos comerciales, desde el helado hasta el champú.
Pero en los últimos años la vida de muchos cultivadores como los Villasino, se ha vuelto cada vez más difícil. Entre las razones, cabe señalar un clima más inestable, patrones climáticos menos predecibles y tormentas más intensas, como el tifón Phanfone del año pasado (o Úrsula, como se le llama aquí), que arrasó con casi todos los lechos de algas marinas de la isla.
“Nuestra explotación ha sobrevivido a los tifones muchas veces porque mi marido recogía las algas antes de que llegaran y las reubicábamos más cerca de la costa”, explica Girlyn Villasino. “Pero el 25 de diciembre del año pasado, cuando las algas estaban madurando, vino el tifón Úrsula y arrasó todos los lechos de algas”.
Las viviendas y los barcos quedaron destruidos. Los miles de metros de cuerdas a las que los cultivadores sujetan las algas fueron arrastrados al mar.
En pocos días, la gente perdió sus casas y toda una comunidad perdió su principal medio de subsistencia, asegura Marielle Ramos, voluntaria de la Cruz Roja de Filipinas en la isla de Ilin. «Al igual que los habitantes de estas islas, las algas marinas que cultivaban fueron arrastradas por el agua», dice Ramos, que participó con otros voluntarios de la Cruz Roja en las tareas de recuperación de la población.
El problema es que, como muchas explotaciones agrícolas en tierra firme, los cultivadores de algas piden dinero prestado al principio de cada temporada para comprar las plántulas. Muchos cultivadores terminaron la temporada de 2019 sin cultivos y endeudados, lo que significa que nadie les prestará el dinero necesario para volver a plantar.
“Nuestra explotación ha sobrevivido a los tifones muchas veces porque mi marido recogía las algas antes de que llegaran y las reubicábamos más cerca de la costa … Pero el 25 de diciembre del año pasado, cuando las algas estaban madurando, vino el tifón Úrsula y arrasó todos los lechos de algas”. Gerlyn Villasino, cultivadora de algas
Para la Cruz Roja de Filipinas quedó claro que esas comunidades insulares necesitarían algo más que una asistencia alimentaria de emergencia. Por lo tanto, una parte fundamental de ese plan de recuperación era centrar la asistencia en los medios de subsistencia mediante subvenciones condicionales en efectivo destinadas a ayudar a los cultivadores de algas marinas que reunieran los requisitos necesarios para que liquidaran sus deudas, compraran plantas de semillero para la temporada siguiente y sustituyeran los barcos, cuerdas y equipo dañados.
Un comité de recuperación de la comunidad, con la supervisión de la Cruz Roja, se ocupa a nivel local de seleccionar a los beneficiarios. De esta manera, la comunidad participa en el proceso y se asegura que las personas afectadas reciben el tipo de asistencia que realmente necesitan.
«Ha sido una gran ayuda», señala Lorilyn Ermino Villasino, miembro del comité de recuperación local. «Algunos de los cultivadores se quedaron realmente en la calle«.
Para Ronnie y Girlyn Villasino, las subvenciones fueron un salvavidas, que les permitió comprar 250 kilos de plántulas, así como cabras y otros suministros, con lo cual pudieron sobrevivir en un momento en que el covid-19 también está paralizando la economía local. «El dinero que utilizamos para comprar las algas lo recibimos de la Cruz Roja», dice Girlyn Villasino. “Hemos vendido las algas que cosechamos y así podremos comprar más para plantar”.
Ahmada Mohamedy Siogope nos habla sobre la asistencia a las personas desplazadas por la guerra, las condiciones de vida en las tiendas de campaña y el covid-19 en el calor sofocante del verano del noreste de Siria.